sábado, 25 de octubre de 2014

Adiós Tito Drago el fútbol y el pueblo peruano siempre te recordaran


                                              Tito Drago se fue un Grande 
ESTA COLUMNA SALDRÁ PUBLICADA EL LUNES 28 EN "AL TOQUE"
EN LA BOCA
DEL TÚNEL
Escribe: Fernando Jiménez
Adiós Tito siempre
te recordaremos
Recuerdo que solo lo vi jugar 20 minutos. Fue en 1969 cuando Deportivo Municipal pactó un amistoso contra un equipo yugoslavo, que no recuerdo su nombre. La excusa era que el maestro Tito Drago le diera la camiseta del Muni a su heredero Hugo “Cholo” Sotil, a quien la prensa de ese entonces bautizó como “El Maestrito”. Tito jugó pocos minutos y el árbitro paró el partido y él fue hacia occidente hacia la pista de ceniza. Ahí lo esperaba el “Cholo” Sotil. El estadio explotó en aplausos. Le dio un abrazo, se sacó la gloriosa chompa edil y se la dio a su heredero. Los hinchas ediles miraban emocionado. Se iba del fútbol un grande y se la entregaba a un enorme jugador que había logrado el sueño de hacerlo subir a la profesional, tras su descenso en 1967.
La siguiente vez que vi a Tito fue en 1987. Fue con ocasión de la Copa América en Argentina. Era la primera vez que se jugaba este torneo en un solo país. Antes era como la Libertadores, las selecciones se enfrentaban de local y de visita. Ese mediodía caminábamos con Pocho Rospigliosi, quien era nuestro jefe en el diario El Nacional, por la calle Florida y a nuestro lado también iba Carlos Ángeles, hermano de Rolando. Pocho como todo buen periodista caminaba con sus periódicos y revistas bajo el brazo mirando de derecha a izquierda. Nunca lo vi con las manos vacías. Siempre llevaba algo.
De pronto nos cruzamos con Tito Drago. Estaba con su clásica gorrita, de los limeños de antes, acompañado de un amigo. “Hola Tito, hola Pocho”. Hasta ahí no sabía que eran familia. Se dieron un abrazo, Tito me dio la mano saludándome y escuché que le susurró en el oído a Pocho: “¿Sabes si hay carrera esta noche en el hipódromo de San Isidro”. Pocho se rió y solo le dijo: “Hazte ver pues, no puedes con tu vicio”. Después ya Pocho me contaría en el almuerzo que Tito era fanático de la hípica. Pero lo más gracioso fue que cuando nos despedimos y caminábamos unos metros, Pocho le preguntó a Carlos Ángeles, el gráfico: “¿Oye pata tomaste la foto?”. Y Carlos sin responder se fue raudo en busca de Tito. No había tomado la foto.
Ya en Lima, allá por el 89 o 90, vi por tercera vez a Tito. No recuerdo si fue en el Circolo Sportivo Italiano o en el Lima Cricket. Esa tarde conversando junto a Enrique Roel, mi jefe, nos contó una anécdota de Lolo Fernández. Tito era bien criollo, bien gracioso y le gustaba contar chistes. Como todo palomilla de barrio, él había nacido en Breña. “Enrique -le decía a mi jefe- Lolo era la muerte. Te cuento que un día jugábamos ante Chile y hubo un foul cerca a la media cancha. Yo me puse detrás de la pelota para ejecutar el tiro libre. La iba a mandar llovida al segundo palo para que cabeceen los delanteros. Pero Lolo se me acercó y me dijo: Déjemela a mi sobrino, voy a tirar al arco. Yo entre mi dije: Este está, bien, pero bien bebón. Cómo la va a meter de acá al arco chileno. Y unos segundos después así fue. Desde esa distancia metió un patadón que no pudo contener el arquero. Fue un golazo. Lo abracé y le dije: Usted sí que es un fenómeno. A nuestros mayores lo tratábamos de usted no como ahora que un juvenil le falta el respeto a un mayor”, nos contaba.
En eso pensaba cuando me enteré de la muerte de Tito. Cómo jugaba me pregunta un joven colega. Me comento que yo tampoco lo he visto en su esplendor, pero Alberto Best y Vides Mosquera me han contado que fue un excelente volante al mejor estilo Roberto Chale. Paz en tu tumba Tito, siempre te recordaremos.

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